.

.

domingo, 14 de junio de 2015

Travesía de los Montes Aquilianos 2015


Hace 4 años tuve la suerte de conocer  la Travesia de los Montes  Aquilianos en su modalidad corta y desde aquel instante siempre tuve la intuición  de que mi debut en pruebas de ultramaratón tendría lugar precisamente en esta prueba, sin embargo hasta este momento siempre había encontrado alguna disculpa para evitar enfrentarme a este particular reto. Este año por fin, y tras rehusar en ocasiones previas con la inscripción ya pagada, se me acabaron las justificaciones y me tocó enfrentarse a mis temores y mis fantasmas interiores. Y es que plantarse en la salida de una carrera de montaña de  60 km, con un entrenamiento a todas luces escaso, irregular y mal planificado y partiendo de la premisa de que  solo en una ocasión a lo largo de tu vida has  superado la barrera de los 32 km (precisamente Aquilianos 46 km) y cuando nunca has superado las 6 horas en carrera,  mete mucho miedo por la cabeza al más valiente de los humanos, salvo que el susodicho humano sea lo suficientemente insensato y temerario  como para carecer del más elemental sentido común.

Por fin llega  el día y la hora señalada en rojo en el calendario. Son las 6 de la mañana del día 6 del mes 6. Menos mal que no soy supersticioso que sino con saldría acojonado pensando que con tanto seis de por medio (666),  en vez de un club de montaña, está carrera la organiza una secta satánica... claro que a medida que te adentras en ese paraíso natural que es Bierzo, te das cuenta que lo único que te recuerda al maligno en todo el recorrido es la temperatura infernal que hemos tenido que sufrir a lo largo de la prueba y que a mi me ha hecho llegar a casa más chamuscado que San Lorenzo en la parrilla (y Lorenzo quemar, se quemó seguro, pero al menos pasó a la historia gracias a esa tradicional canción popular que dice: "San Lorenzo en la Parrilla les decía a los judíos, dadme la vuelta cabrones que tengo los huevos fríos").

En la salida con Cañi y Javi Cancelo
Esta vez y sin que sirva de precedente, llegamos a la salida con tiempo de suficiente  para saludar a múltiples amigos y conocidos y comprobar que llevamos todo en orden. En la inmensidad de la noche y sin la protocolaría cuenta atrás  de otras pruebas, echamos a volar en busca de nuestro Ítaca particular  con una extraña combinación de incertidumbre y emoción, con una ilusión desbordante y a al mismo tiempo con la prudencia necesaria para no volar demasiado alto y de es manera conseguir evitar que como le sucedió a Ícaro en la mitología griega,  el sol pueda derretir nuestras endebles  alas de cera.

Salimos corriendo a ritmo pausado, y cuando apenas llevamos unos 500 metros disputados, vemos un vehículo de la DGT  estratégicamente situado  a la derecha en un tramo de bajada. ¡Joder! que mal se  está poniendo esto del deporte que ya hacen controles de velocidad hasta en  las carreras por montaña y uno no puede evitar preguntarse ¿a que velocidad irán los primeros?. Cruzamos el puente sobre el río Boeza, atravesamos Otero y  comenzamos a ascender el Collado de Pajariel  mientras lentamente nos alejamos de Ponferrada. Apenas llevamos 2-3 km cuando a este grupo de luciérnagas naranjas se unen Tito y Chano del Coyança Trail con los que tendré el inmenso placer de compartir aventura hasta el avituallamiento de Ferradillo (km 45 aprox.).

Con el Señor Nemesiano "Chano" Moran del Coyança Trail

Avanzamos a ritmo cómodo y sostenido  primero por pistas de tierra y luego por un sendero que atraviesa bosques y remonta el cauce del río Oza, hasta alcanzar el primer avituallamiento del día (km 10,3). Salimos de Villanueva de Valdueza   con el modo "ahorro de energía" encendido y  tratando de avanzar gastando las mínimas  fuerzas posibles. Ver amanecer mientras corres es una sensación única, pero a estas alturas de la película, el astro rey ya reina sobre los  cielos del Bierzo.

Amanece camino de Montes de la Valdueza con los Aquilianos de fondo

Tras una breve ascensión coronamos el alto de Pandilla y  entramos en un tramo de pista que nos llevará al pueblo de Valdefrancos , desde aquí iremos remontando el rio Oza, unas veces por senderos entre bosques de ribera y algún castaño centenario, y otras (afortunadamente las menos) por carretera hasta llegar al pueblo de San Clemente de Valdueza.
Momento en que Veronica me quita las pegatinas al paso por San Clemente

Poco después de pasar el pueblo , nos desviamos del cauce del río y cogemos el antiguo camino que nos subirá hasta el pueblo de Montes de la Valdueza.  Sin darnos cuenta y sin nada reseñable que contar,  nos hemos plantado en el segundo avituallamiento del día (kilómetro 20,5). Ya llevamos más o menos una media maratón en las piernas y podemos dar por concluido el periodo de calentamiento. Tiempo para reponer fuerzas, comentar la jugada y despedir a Javi Cancelo que en su primera participación opta con buen criterio por hacer la prueba corta.

Avituallamiento de Montes de la Valdueza con Cañi y Javi Cancelo

Cruzamos un precioso arco de piedra saliendo del monasterio de San Pedro y llegamos a la bifurcación de la prueba. Los 4 jinetes del apocalipsis (Chano, Tito, Cañi y el insensato que está escribiendo ) nos vamos por el recorrido largo. Lo primero que noto es que el sendero me resulta conocido, no en vano es parte de la carrera de montaña Tebaida Berciana aunque se realiza en sentido contrario. Al poco de comenzar la ascensión al collado  debo detenerme por razones de fuerza mayor. Llevo con molestias intestinales desde el km 10 aprox y es momento de tomarme un respiro. No se si es producto de la tensión acumulada los días previos a la prueba, de haber dormido unas 4 horas la noche previa o sencillamente que a mi viejo amigo y compañero de fatigas el Crohn,  no le ha gustado la cena y se quiere hacer notar. Menos mal que en  montaña hay servicios públicos cada poco (detrás de cualquier roca, árbol o arbusto para ser precisos). En fin, son pequeños e intrascendentes gajes del oficio. Tras colocar la pertinente "trampa para osos"  vuelvo a la batalla. Subimos a ritmo vivo, liderados por Chano que nos lleva con la lengua fuera. Parece mentira que provenga de una comarca  completamente llana, porque viéndolo ascender,más que coyantino, tal parece colombiano.

Los 4 jinetes del apocalipsis coronando  el Collado   la  Malladina
Suplantando a Guzmán el Bueno: "si no te gusta León, por allí se va a la estación"

Cruzamos los verdes pastos de la cumbre del Collado la Malladina, bajada muy rápida y sencilla hasta el valle del Silencio, cruzamos el río y ascendemos hasta el precioso y pintoresco pueblo de Peñalba de Santiago. Estamos en el tercer avituallamiento del día (kilómetro 26,3). Aprovecho para refrescarme en la fuente y  beber como un camello del Gobi antes de comenzar expedición por el desierto homónimo. Una vez cumplidos los compromisos publicitarios con mi club de montaña Cumbres de Léon, y aprovechando que a estas alturas el calor es ya sofocante, me pongo camiseta de tirantes y recupero las rayas rojiblancas del Club Maratón Benavides  con las que tanto me identifico (y me identifican) y que en estos últimos 4 años  se han convertido en mi segunda piel. Hasta aquí lo sencillo, ahora comienza lo realmente duro. Ya llevamos 3h:45' de esfuerzo continuado y por delante tenemos unas 2 horas y  unos 1.050  metros positivos  hasta alcanzar la primera cumbre del día.

Cogemos el sendero que nos adentra en el valle de Friera y tras unos 600-800 metros de falso llano, nos damos de bruces con el muro de Invernalia en versión berciana. Comienzo a ascender por zona arbolada  y a  pesar de ir a la sombra, voy sudando tanto que tengo la sensación de estar derritiéndome. Cual bandolero de Guadarrama, asalto por sorpresa a un pobre corredor al que veo untandose  protector solar,  para que me permita echarme un poco  porque con camiseta de tirantes y este sol abrasador me temo que voy a acabar la carrera más chamuscado que el churrasco de un asador argentino. La subida es constante y no te da ningún respiro. Aprovecho para gastar el comodín de la tecnología  contando con que la música me hará más llevadera la dura ascensión, pero el MP3 se declara unilatermente independiente y decide que no quiere trabajar. Tendremos que subir a la vieja usanza, apretando muy fuerte un cojón contra el otro y tratando de distraer la mente disfrutar del entorno. La subida nos da un respiro al paso por la cota de los 1700 metros aprox. La pendiente disminuye al coronar una loma y por primera vez en la ascensión  encontramos un terreno favorable, momento que aprovechamos para tomarnos un merecido descanso y para  hacernos unas fotos.

Los 4 fantásticos a media subida de la silla de la Yegua
A nuestro lado pasa el gran Santi Dueña, al que en circunstancias normales solo soy capaz de seguir a través de Facebook porque en carrera ni lo veo, pero que hoy ejerce  de sherpa para un amigo. Me da unos acertados consejos y proseguimos la marcha.

Con el gran Santi Dueña
Quedan unos 350-400  metros positivos a cumbre pero lo peor ya lo hemos pasado. 

Recogiendo  los aperos de labranza antes de reiniciar la marcha 

Tramo final de ascensión a la Silla de la Yegua

Finalmente consigo superar los 3,9 km que separan Peñalba de la cumbre y  tras  1h:53' minutos de ascensión piso la cima de   la Silla de la Yegua (2.143 metros) por primera vez en mi vida. Estamos en el km 30,2 , ya  llevo 5h:40' de carrera y aparentemente me encuentro en buen estado físico y mental. Por enésima vez en la prueba, repito el ritual, coomo pastelillos con el ansia de un bulímico, deboro plátanos con la avidez  un gorila de montaña, bebo y bebo como un cosaco ruso y me mojo la cabeza y el cuello con abundante agua para tratar de rebajar la temperatura corporal. Me encuentro con Miguel Bernardo, otro de esos tipos que merecen mucho la pena y que uno conoce gracias a este mundo de las carreras por montaña.

- ¿Que tal vas Miguel?
- Bien, bien
- Nada amigo, ya lo tenemos hecho

Esta breve conversación resume las sensaciones que 2 reputados miembros de la comunidad tractorista sienten durante la practica del tractorismo al más  alto nivel. Puede que seamos más lentos que un arcaico ordenador Spectrum de cinta y puede que nos queden todavía 30 km a meta, pero los tractores somos fiables y seguros como ningún otro vehículo de uso domestico y ya nada nos detendrá hasta cruzar tan ansiada meta.

Con Miguel Bernardo en la cima de la Silla de la Yegua (2.143 m)

Y tras unos 10-15 minutos de pausa arranco el cresteo. Se trata de un tramo carente de dificultad técnica, sin desniveles reseñables  e íntegramente correndero, pero el principio contable de prudencia me hace avanzar con el freno de mano y las marchas reductoras puestas para tratar de ahorrar todo el combustible posible. Además tras 30 km y casi 6 horas de carrera, este vetusto galeón abandona aguas conocidas para adentrarse en mares inexplorados.

Primer tramo del Cresteo de Aquilianos en la  bajada de la Silla de la Yegua

En apenas 14 minutos corono la cumbre de Berdianas (2.116 metros) . El cresteo es espectacular y los paisajes te quitan el sentido. A la derecha quedan las tierras del Bierzo y a la izquierda  las tierras de mi querida Cabrera, territorio poblado por gente recia, noble y acogedora,  donde maldices a los dioses al llegar por abandonarte en tan apartada comarca y los vuelves a maldecir al marchar por tener que abandonar una tierra que te marca de por vida. Allí viví 4 años de mi vida cuando el destino me trajo a tierras del País Leonés y allí se quedo una parte de mi corazón para siempre. Absorto en mis recuerdos, pierdo la referencia y me despisto de la senda. Bajo campo a través y afortunadamente y dada la perfecta visibilidad del día, en apenas 300-400 metros vuelvo a encontrar el camino marcado. Si esto mismo me sucede un día de niebla, igual aparezco en las primeras casas  de Saceda, Noceda o Castrillo de Cabrera.

24 minutos de reloj más tarde estoy en la cima del Pico Tuerto (2.051 metros), punto kilométrico 33,3 de la prueba. Momento que aprovecho para beber de nuevo y inmortalizar el momento con mi fiel amigo y escudero Joaquín Cañizares.

Cima del Picu Tuerto (2.051 metros)

Salimos camino de la última cumbre de la jornada, que pese a ser la más pequeña de las cuatro, se muestra imponente en la distancia. A media bajada Cañi se descuelga para darle un enantium a Chano que viene arrastrando problemas musculares desde el km 13. Miro para atrás y lo veo parado a lo lejos. Le espero llegando al valle y cuando me alcanza  veo que lleva el muslo, el codo y la rodilla por un lateral ensangrentados. Se ha dado una costalada bastante considerable, pero aparentemente es solo chapa y pintura y este tío es duro como una roca. No se si es por  la mala leche que lleva pero me pasa como un avión y soy incapaz de seguirle el ritmo. Poco después también me superan Chano y Tito y tampoco les puedo seguir. En este tramo paso el momento más delicado de toda la prueba. Aunque he procurado beber y comer abundantemente en todos los avituallamientos, estoy sudando mucho y tengo la sensación de ir apajarado. Son casi 8 horas y media corriendo con altas temperaturas y el esfuerzo igual me está pasando factura. Procuro no cegarme con mis 3 compañeros, dejo que se vayan un poco por delante y decido seguir a mi ritmo. Si corono La Guiana, todo lo que queda es terreno descendente y la exigencia disminuye.  Finalmente corono y me junto con mis 3 compañeros de expedición. Estamos a 1849 metros de altitud, llevamos 8h:37' en las patas y todavía estamos en el punto kilométrico 37,8. Quedan unos 22 km a meta y yo necesito imperiosamente recuperar sensaciones. Cañi, Chano y Tito se van de nuevo por delante y yo me quedo otros 5-10 minutos más en el avituallamiento para darle un respiro ami organismo. Aprovecho para cambiar calcetines, para beber como un vikingo tras asaltar una población costera y finalmente retomo la marcha.

La Guiana vista desde el Pico Tuerto
El tramo inicial de bajada discurre por un empinado cortafuegos. Arranco con velocidad producto de la inercia ¡soooooo!¡quieto Bisonte!. Si me quedo sin piernas se acabo la carrera y los cuadriceps son mi talón de Aquiles (nunca mejor dicho lo de talón de Aquiles teniendo en cuenta que precisamente estamos en los Montes Aquilianos). Enciendo el ordenador de a bordo y la cabeza retoma el control de la situación. Tras 600-800 metros con pendiente pronunciada, abandonamos el cortafuegos y nos adentramos en un pinar. Ahora si me pongo a correr y y lo cierto es que voy a muy buen ritmo, sorprendentemente bueno me atrevería a decir. Finalmente salimos a una pista ancha y con buen firme. Sigo corriendo apoyando el peso sobre los bastones e impulsándome como si fueran pértigas hasta que doy alcance a Tito y Chano que bajan andando y aunque el cuerpo me pide seguir corriendo, el sentido común me dicta que lo más prudente es parar y continuar andando con ellos.

Unos 4 km más adelante abandonamos la pista y nos adentramos en un sendero estrecho que nos conduce hasta el puesto de control de Ferradillo. Estamos en el punto kilométrico 44'2 y te encuentras con este oasis indescriptible. Y es que el trato recibido en todos los avituallamientos es sobresaliente, no se puede esperar otra cosa teniendo en cuenta el carácter de la gente que habita estas tierras. El berciano es de trato afable y amabilidad superlativa, pero es que los voluntarios de Ferradillo son sencillamente la élite del voluntariado. Consiguen que te sientas como si estuvieses de vacaciones en un balneario de aguas medicinales. Por segunda vez en la prueba siento la llamada de la naturaleza. El cabronazo del Crohn también está corriendo su primer ultra de montaña y procura recordármelo. Corro ladera arriba en busca de unos baños públicos, coloco otra trampa para osos y me vuelvo al avituallamiento. Compruebo el estado de mis pies y encuentro que las molestias de mi talón derecho proceden de una ampolla que se está formando, sin dilación la protejo con compeed y me dispongo a sentarme en la grata compañia de algunos de mis compañeros de fatiga a disfrutar de un bocata de chorizo con queso y una cerveza que no cambiaría por ningún otro manjar sobre la faz de la tierra.
De merienda y sobremesa  con Tito y otro colega  en el avituallamiento de Ferradillo


Todavía me quedaban 2 cosas por hacer antes de abandonar tan ilustre posada. La primera es ser bautizado siguiendo el ritual de la prueba. Es el tradicional  y honorífico peaje que debemos pagar los novatos por cruzar este puesto de control en nuestra primera participación. El agua helada de la fuente y lo emotivo del acto te recarga las pilas hasta límites insospechados. Lo segundo que hago es abrir la mochila y comprobar mis reservas. Veo que me queda un enantiun, una pastilla de L-carnitina y 2 pastillas de magnesio. ¡Ordago a la grande!¡lo apuesto todo al 22 negro en la ruleta!. En previsión de sufrir problemas musculares fruto de la deshidratación y el esfuerzo acumulado, me lo gasto todo del tirón.

El primer bautizo de un bisonte en la historia de Aquilianos

Finalmente arranco renacido de mis cenizas cual Ave Fenix. Faltan unos 5 minutos para las cuatro de la tarde o lo que es lo mismo llevo 9h:55' en las piernas. Por delante 16 km a meta y por detrás una maratón de montaña ya completada.

Comienzo corriendo con cautela y cuando apenas llevo unos 200-300 metros me encuentro con Miguel Bernardo que había salido apenas medio minuto antes. La cabeza que de tantos embrollos me ha sacado quiere ir acompañada y Miguel es una inmejorable compañía pero en ese momento se produce un golpe de estado y las piernas que tantos disgustos me han dado en el pasado deciden tomar el mando. Así que en este inesperado proceso revolucionario me alejo poco a poco de Miguel y comienza mi aventura en solitario camino de la meta. El primer tramo de bajada es un estrecho sendero que atraviesa un bosque de carbayos. La pendiente no es grande y bajo a muy buen ritmo hasta salir de nuevo a una pista ancha y pendiente donde aflora el recuerdo de mi primera participación y decido bajar andando. No en vano esta bajada la hice a fuego hace 4 años y llegue a Rimor literalmente sin piernas. Como la experiencia es un grado y el diablo sabe más por viejo que por diablo, la cabeza retoma el poder por un instante. A unos 11 km de meta diviso en lontananza la Torre del Rosal y con ella tengo referencia real de la meta. Apenas a 1 km del avituallamiento me adelanta Arsenio Terrón y aprovecho la inercia para cogerle rueda camino de Rimor. Estamos en el último avituallamiento del día (km 51,2 de la prueba). Me bebo del trago 3 botes de Aquarius, relleno mis reservas de agua, me empapo completamente echándome agua por la cabeza, estiro un poco y arranco en la grata compañía de Arsenio. El reloj marca 10h.40' y por delante quedan solamente 8,8 km de terreno llano. Aunque el único objetivo era acabar la prueba, ahora que lo veo tan cerca quiero bajar de 12 horas y lo tengo a tiro. 

Salimos trotando por carretera y me sorprendo al ver que los 3,5 primeros kms los hacemos a ritmos de 5':25" min/km (ritmos que a duras penas alcanzo en mis entrenamientos habituales de entre 10-15 km), pero hoy el Bisonte galopa desbocado. Al paso por el pueblo de Toral de Merayo tengo que detenerme a beber porque la sensación de sed es considerable y eso que acabo de beber 1 litro hace apenas 20 minutos. Lo más probable es que tenga alguna fuga en mi sistema hidráulico interno, porque es imposible tener sed teniendo en cuenta que debo de haber bebido más de 12 litros en esta carrera. Camino unos 300 metros, me despido de Arsenio y echo a correr de nuevo. De nuevo la sensación de fortaleza me abruma, galopo como si me viniesen persiguiendo cazadores Crerokees a caballo, tan concentrado voy  que a punto estoy de saltarme el desvío que lleva al camino que remonta el Sil y casi sigo  recto camino del collado de Pajariel (se ve que iba con ganas de darleuna segunda vuelta al recorrido). Dos participantes de la prueba corta me avisan a tiempo y vuelvo al redil. En este tramo adelanto a un montón de gente con una facilidad pasmosa, inexplicablemente  es como si llevase una o dos marchas más que el resto y ¿Que hago yo conduciendo un Mercedes cuando suelo competir subido en un Caterham? Ni en mis mejores sueños me podía imaginar un final así. Para acabar de rematar el día , a falta de 2 kilómetros a meta y para mi sorpresa  consigo alcanzar a mi compañero de aventuras Cañi, al que no pensaba volver a ver hasta finalizada la prueba. Juntos empezamos a correr en 2011, juntos corrimos esta prueba hace 4 años y juntos cruzaremos esta meta que tanto hemos peleado. Corremos y andamos hasta alcanzar los pies del castillo templario, subimos andando y entramos en el casco histórico de la noble villa de Ponferrada. ¡Lo hemos conseguido compañero!¡Ahora si lo tenemos! apenas 400-500 metros a meta. Escuchamos los primeros aplausos de la gente y una sensación de euforia se apodera de uno. Entramos en la plaza donde se ubica la iglesia de la Virgen de la Encina y vemos en su fachada  la Cruz de Peñalba, regalo del rey Ramiro II al abad de Peñalba en el año 939 D.C tras la victoria cristiana en la batalla de Simancas. Nosotros también hemos vencido hoy nuestra particular batalla y lo mejor aún está por llegar. Nos encontramos con los compañeros del León Corre que se levantan a animarnos a nuestro paso. La euforia se transforma en emoción desmedida. Reconozco que si no hubiese ido medio deshidratado a estas alturas, hasta habría llorado de la emoción, pero creo que si intentase llorar en vez de lagrimas, creo que de mis ojos solo brotarían piedrecitas de cuarzo  producto de la sobredosis de sales minerales que he ingerido en el día de hoy.

 Un último esfuerzo y entramos juntos en meta en la posición 123 y 124 (sobre 189 corredores en meta) con un tiempo de 11h:41':36", a casi 5 horas y media de esa fuerza de la naturaleza galega  que es el gran Fernando Arca Casal y que ha conseguido ganar con un estratosférico tiempo de 6h:13':59".

Recta de meta con mi gran amigo y escudero Cañi

Cruzando la pancarta de meta

 ¡Ta fechu! que decimos por Asturies, los 60 km de distancia y los 6454 metros de desnivel acumulado (3227 positivos y 3227 negativos) ya forman parte de nuestra historia deportiva. Nos queda tiempo para tomar una cerveza en la plaza de la Encina bajo un intenso aguacero, mientras esperamos la llegada de nuestros compañeros de aventura en el día de hoy Chano y Tito que llegan en compañía de Miguel Bernardo.

Solo me queda dar las gracias a todos y cada de uno de los corredores con los que he tenido la suerte de compartir kms y experiencia en esta carrera y a todos y cada de uno de los voluntarios que a lo largo del camino nos han hecho la vida mucho más fácil, con una mención especial para los fenómenos de Ferradillo que son los "putos amos" del voluntariado.

Si los dioses celtas así lo quieren, aún me quedan muchas ediciones de Aquilianos por disputar, pero ahora lo que toca es descansar y centrarme en preparar la siguiente batalla.

Próxima parada del Bisonte del Carbayedo World Tour 2015: La Batallona de Somiedu.