Cada vez es y será todavía más raro verme competir en el reverso tenebroso del asfalto por varios motivos. El primero es que tengo un número de fechas limitadas donde puedo competir y siempre tienen preferencia las pruebas de montaña y asistir a un carrera de asfalto me supone gastar una bala de la recamara y renunciar a disputar otra prueba para compensar. Segundo porque mi prehistórico sistema de entrenamiento basado en técnicas de preparación propias del hombre de las cavernas, me supone acumular kilómetros vía cacos (caminar-correr-caminar) y correr de continuo para mi se convierte en misión imposible. En tercer lugar y yo creo que consecuencia de lo anterior, es que no encuentro ningún tipo de motivación para correr en carretera. Aún con todo lo anteriormente expuesto, el buen hacer de Tomás y de los chicos del Club Correcallejeros y la existencia de una prueba cerca de casa sencilla en sus planteamientos, pero a la vez muy bien organizada y que mima a los corredores, me ha animado a bajar del monte en esta ocasión.
Y entramos en materia. Empiezo a sospechar que la noche previa a la carrera fui abducido por seres de otro planeta y devolvieron mi cuerpo pero con el espíritu de otro deportista dentro, porque en esta carrera he hecho cosas que no había hecho anteriormente en mi vida. Acostumbrado como estoy a llegar a las carreras con apenas 15 o 20 minutos de antelación y a plantarme en la linea de salida sin calentar, ni estirar, resulta que en esta ocasión llego a la Virgen casi una hora y medio antes de la hora prevista, recojo el dorsal y al loro, me cambio y me voy a correr. Como apenas puedo entrenar 2 o a lo suma 3 días por semana y de esos días el 90% o 95% son sábados y domingos, no me puedo permitir el lujo de no acumular kilómetros de cara a mi próximo objetivo. Esto que puede parecer normal en personas serias, no lo había hecho yo jamas. En cualquier caso salgo a correr por las pistas de tierra que bordean el aeropuerto, y me planto en la salida de la prueba con 6 km acumulados en las piernas. No tengo ni la más remota idea de como estoy físicamente, ni se a que ritmo podré correr y ni si quiera me importa. Solo me propongo no mirar el reloj en toda la carrera y dedicarme a correr por sensaciones como en los viejos tiempos.
Dan la salida y salgo bastante retrasado como es habitual, cojo un ritmo al que voy cómodo y trato de fijarme en alguna referencia. A tal fin los primeros 2 kilómetros los hago detrás de un corredor con camiseta y zapatillas New Balance amarillas fluorescentes, tan llamativas que yo creo que sería capaz de iluminar el camino a quien corriese detrás de él en una oscura noche de luna nueva. Poco a poco pasan los kilómetros y sin darme cuenta estoy en el kilómetros cuatro. A unos 100 metros por delante veo a Monica Aller y Carlos Justel y me propongo cogerles para tratar de ir con ellos el resto de la prueba, Paso el km 5 y completo la primera vuelta en 21':39" ( es la primera y única vez que miro el reloj en toda la prueba) y sigo adelante. Voy bastante cómodo y el ritmo es más que aceptable, aún así mi objetivo es correr un poco más rápida si fuese posible esta segunda vuelta. Bordeamos el santuario de la Virgen del Camino y comenzamos el leve descenso, amplio zancada y llegando al polideportivo consigo alcanzar a Carlos y Monica, y comienza el tramo de falso llano ascendente y para mi sorpresa veo como me quedo literalmente sin baterías. Me siento igual que un mando a distancia al que se le están acabando las pilas y donde por muy fuerte que se aprieten los botones llega un momento en que no es posible cambiar de canal. Empiezo a notarme muy pesado de piernas y con ganas de caminar, pero aún así consigo aguantar al menos 400 metros más hasta llegar al único repecho de la prueba y allí echo pie a tierra y decido subir andando. Caminar en montaña es más habitual, pero andar durante una prueba en asfalto te deja con una pose de globero que no te aguantas.
Corono el repecho e intento correr de nuevo pero ya no voy nada cómodo. Carlos y Mónica se me han escapado unos 60 u 80 metros y me toca correr solo, y es justo reconocer que estos últimos 4 kilómetros se me hacen muy, muy largos. Sencillamente las piernas se han cansado de empujar los 97,8 kg del pesaje oficial de la mañana, y la cabeza que otras veces es fiel aliada, tampoco está hoy por la labor de tirar del carro, así que tengo que luchar contra mi mismo para no parar al menos en 8 o 10 ocasiones, Voy tratando de encontrar motivación debajo de las piedras, primero apoyándome en los acordes de las gaitas y los tambores de la Banda de gaitas que ameniza la carrera al paso por el aeropuerto de León y me motivo escuchando sones de un país milenario que se niega a olvidar sus raíces. Más tarde recordando las palabras de ánimo que Fernando Leire Almagro (@LeiraAlmagro) me dijo al comenzar la prueba cuando le comenté que a mi espalda llevaría el dorsal 32 en representación de los enfermos de ELA " dicen los que lo portan que ese dorsal da alas", y por último y a partir del km 8,5 opto por repetirme una y otra vez uno de mis mantras favoritos, sacado de la poco conocida película bélica australiana de Gallipolli, "¿que son tus piernas? muelles de acero ¿y que van a hacer? Llevarme a toda velocidad" (claro que en el día de hoy más que muelles de acero lo que soporta mi peso son 2 vigas de hormigón armado, pero es lo que hay). Lo anteriormente expuesto es absurdo con total seguridad pero a mi siempre me funciona y en el fondo eso es lo importante. A unos 400 metros del final consigo alcanzar de nuevo a Carlos y Mónica, la proximidad de la meta me da moral y subo el ritmo hasta enfilar la recta final y como de costumbre entro en meta esprintando como si estuviera escapando de un grupo de leones hambrientos (da igual que vaya solo, con otros 4 o que esté disputando el puesto 455 de la general).
En meta puesto 184 de la clasificación general sobre 650 corrredores en la salida (594 en meta), con un tiempo de 43':26" y a un mundo.del ganador que fue Enrique Fernandez Pinedo con un tiempo de 31':32. Al repasar la hemeroteca, me sorprende gratamente que apenas he tardado 19 segundos más que en la edición del 2012, lo que demuestra que aparentemente mi nivel base ha subido un par de peldaños respecto al lamentable año 2013.
Y lo mejor de la prueba es el "tercer tiempo" o post carrera. En esta ocasión tuve tiempo para intercambiar opiniones con Mario, Javier Jañez y Alejandro de mi equipo (se agradece ver corredores de rayas en las carreras), para conocer en persona y charlar de montaña con Javier Olea, para charlar un rato con Juan Carlos Carrillo y conocer en persona Jesús Linares del Club Atletismo León , un club creado hace apenas un mes y que trasmite muy buenas sensaciones (creo que van a dar bastante guerra en los próximos años), para saludad a Javi Cancelo y sobre todo para desvirtualizar y conocer en persona a otro apasionado de la montaña, el gran Piter Gom Hur. !Cago en la leche! llevamos más de 2 años conectados por medios virtuales y por diversas circunstancias todavía no habíamos coincido en ninguna prueba y mira tu por donde vamos a conocernos en persona en un hábitat que nos es completamente extraño. Todo un placer conocerle señor Gomez Hurtado, a ver si al final puedo cuadrar calendario para disputar los Aquilianos, donde a buen seguro compartiremos muchos km y experiencias.
No quiero finalizar la crónica sin acordarme de todos los enfermos de ELA. El hecho de portar el dorsal 32 a mi espalda con el eslogan ·#laELAexite no es un mero tema de "postureo", salvando las enormes diferencias existentes, yo si se´lo que es padecer una enfermedad no convencional (enfermedad de Crohn desde el año 2001), y por ello y aunque solo sea por un breve instante, puedo sentir una centésima parte de lo que sienten y padecen los afectados por tan inmunda enfermedad . No es que el dorsal te de alas en si mismo, sino que portar el dorsal te enseña humildad y te recuerda lo inmensamente afortunados que somos todos por poder correr (más rápido o más despacio) y poder afrontar todos lo días con la ilusión de mejorar. Los afectados por esta enfermedad son todos y sin distinción unos auténticos titanes, que se levantan a diario con la firme intención de luchar a destajo contra una enfermedad degenerativa que poco a poco los imposibilita y le come todas y cada una de sus ilusiones, cada día que termina para ellos es un triunfo y esa es la mejor lección de vida que todos podemos aprender. Levantarnos cada día pensando lo afortunados que somos y tratar de relativizar las cosas, pensando que hay problemas muchísimo más graves que los que nos encontramos nosotros en nuestra vida cotidiana. Todo un canto al "Carpe Diem"
Y a partir de este momento a pensar en la Carrera de Montaña del Alto Sil, cuyo punto más alto, la cima de La Campona a 1600 metros de altitud, luce así de bonita a apenas 3 semanas dela prueba.